La C es del Cambio Climático, Camuflajeado por el Covid-19

Imagen sacada de https://n9.cl/ol8f8
 

POR CELINE TAPIA GÁMEZ
ESTUDIANTE DE INGENIERÍA AMBIENTAL, ITESO

Se ha querido sacar ventaja a la naturaleza sin querer asumir las consecuencias de tales daños, ignorando lo que se debería reconocer  como una amenaza real. La pandemia, que en los últimos meses ha ocupado el papel protagónico en los medios, y que con gran impacto ha causado alboroto en el bienestar de las personas, es apenas parte de un gran problema que comparten todas las naciones. Esta crisis sanitaria no ha sido abordada tomando en cuenta las circunstancias que hay detrás del cambio climático, al contrario se le ha visto como una solución la crisis planetaria en donde la naturaleza "recupera lo que es suyo".

El cuidado del medio ambiente ha perdido importancia ante el desarrollo que promueve la industrialización; el “progreso” ha encontrado un escondite que le permite disimular el daño que causa y se refugia en el estilo de vida que hemos adoptado. Se oculta  en  aquellos que no quieren considerar la degradación ecológica como una necesidad de urgente resolución, dando prioridad a otras temáticas como la salud, la hambruna, o la economía.  No se considera la fuerte relación que estas poseen con los problemas medioambientales, los cuales están involucrados en nuestros modelos de consumo, alimenticios, o de transporte, mismos que generan un desequilibrio ecosistémico.

En siglos pasados se trató de influenciar el comportamiento de las sociedades hacia uno donde las creencias y los miedos regían  la vida cotidiana. Es a través de las ilustraciones de los mapas,  aquellos que datan de la cartografía medieval y de la época renacentista, que se explicaba con imágenes detalladas y caóticas los peligros de lo desconocido. Las consecuencias para quienes se aventuraban a recorrer los caminos trazados más allá de las sombras, eran penurias simbolizadas en tormentas, naufragios y bestias que presagiaban un abismo de muerte. Estos mapas fueron creados en su mayoría como estrategias para conseguir que se cumplieran objetivos delimitados por conveniencia de algunos: los llamados territorios de conquista. Tal es el caso de  la obra de Olaus Magnus1 (Imagen 1) quien en su carta marina representa a la península escandinava, región entre el mar Báltico y el mar de Noruega, rodeada de monstruos marinos, como una especie de advertencia para no acercarse a la zona, y así quizás evitar invasiones. Si bien la población en esa época se caracterizó por su ignorancia e ingenuidad, fue una técnica que pudo dar resultados para controlar a las grandes masas. Sin embargo, esta manera de guiar el comportamiento de la sociedad a través de aspectos visuales, imágenes que provoquen miedo e inquietud, ha perdido impacto al tener sociedades más informadas.



Mapa. Extracto de Carta Marina- Olaus Magnus (1539) (Fuente original de la imagen)

De igual manera, la población ha dejado de sorprenderse ante ciertos eventos porque se ha vuelto habitual escucharlos. Nos encontramos en un constante bombardeo de información que  nos hace sentir temerosos, pero poco a poco la gente se acostumbra  a esta relación en donde nos vamos insensibilizando hasta que nos incorporamos nuevamente  a nuestras actividades cotidianas.  Esto es lo que ocurre al observar imágenes de inundaciones, catástrofes e incendios provocados por los efectos del calentamiento global, las cuales pueden resultar amenazadoras, pero causan únicamente un impacto momentáneo. Un ejemplo alarmante se ve reflejado en los incendios que hubo en Australia y que causaron gran conmoción; videos de koalas huyendo de las amenazadoras brasas y campañas de ayuda en redes sociales que han sido olvidadas con el paso de los meses como si nada hubiera pasado. 

El problema  quizá no sea la información, sino la manera en la que es  presentada. Se debe pensar en cómo mejorar la forma de decir las cosas, más que decirlas. El político noruego Per Espen Stokes (2017)2, afirma este postulado explicando que existen defensas que hacen que las personas no se comprometan a tomar acciones ante la problemática del cambio climático. Menciona que cuando se escucha sobre este fenómeno se llega a pensar que es un suceso aislado y que no afecta directamente, ya que usualmente se presenta el caso de los osos polares; en donde su hábitat frío se derrite,  reforzando la idea que el problema está “lejos de casa”. Asimismo la información que se llega a presentar, suelen ser predicciones en donde nos da la impresión de que falta mucho tiempo para que ocurran, y se utilizan términos que dificultan la comprensión al no poder visualizarlos fácilmente, como el uso de giga toneladas.

El cambio climático es un problema que puede afectar a todos los sectores de la sociedad, pero sus efectos dependerán del lugar, características y capacidad de adaptación que tengan las ciudades3. México está clasificado como un país vulnerable ante estos efectos debido a su situación geográfica —ya que puede estar expuesto a fenómenos meteorológicos extremos—,  el índice de pobreza y la gran  dependencia que se tiene a las actividades primarias tales como agricultura, ganadería y pesca4, que necesitan de las temporadas y su productividad se ve afectada por la variabilidad climática.

Un inconveniente aún mayor es el no saber definir una situación como problema;  como menciona el profesor Jones (1970)5, aquel que defina un problema será quien defina los términos de su discusión. Tal es el ejemplo del desabasto de gasolina que se dio en el país durante el 2019,  donde la problemática se manejó entorno a la falta del combustible y se dejó de lado el hecho que no existen alternativas al uso de gasolina, por lo cual dependemos únicamente de un tipo de combustible. Tampoco hay oportunidad de utilizar medios alternativos de transporte tales como la bicicleta, ya que carecemos de infraestructura, y opciones como el transporte público no ofrecen soluciones a todos los usuarios pues el servicio es deficiente.

Estamos en una sociedad en la cual tenemos la ventaja de tener la información al alcance de la mano, tanto verídica como falsa, una cuestión que define nuestro modo de actuar. Nos encontramos en una época revolucionaria donde la tecnología es parte fundamental de nuestras vidas, pero esta posibilidad se desaprovecha al creer que la crisis climática es un invento, un tema de moda que intenta frenar nuestro consumo y en donde pareciera que las soluciones para tomar acción se limitan a apagar las luces cuando no se necesitan, reforestar, o decirle que no al uso de popotes. Si bien son medidas que generan un impacto positivo, debemos preguntarnos cuáles son los pasos a seguir, ya que las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que se reducirían por estas acciones, son pequeñas comparadas con las emisiones generadas por grandes corporativos industriales.

Se necesita un cambio radical, y no debemos esperar a que tengamos el tiempo encima para empezar a actuar. En este momento enfrentamos una crisis sanitaria global, el Covid-19, que nos está enseñando que somos capaces de hacer frente a un cambio drástico, de modificar nuestros hábitos de trabajo, consumo, y nuestras relaciones sociales. Sabemos que los costos para salvar vidas son altos; hay empresas que podrían quebrar, empleos que desaparecerán, impactos que ponen en evidencia las desigualdades sociales, junto con una gran incertidumbre económica. Empezamos a comprender que nuestros recursos son finitos y que debemos priorizar el bien común antes del propio, porque no tenemos opción si queremos cuidar la salud de la población sin que las consecuencias sean mayores.

Pero esta forma de actuar cae en la hipocresía al no tomar con la misma postura la emergencia climática, crisis que tiene mayor impacto, con consecuencias ecológicas, económicas y sociales muy negativas. Los factores  que afectan la calidad de vida tales como: beber agua contaminada, enfermedades respiratorias por la mala calidad del aire, pérdidas debidas a catástrofes meteorológicas, enfermedades transmitidas por vectores…son amenazas que se presentarán más a menudo y con mayor riesgo año tras año. Tan solo en México, los afectados por fenómenos hidrometeorológicos ascendieron a 2.5 millones de personas, entre el 2001 y el 20136.

Para evitar el contagio de la enfermedad causada por el coronavirus, se han establecido estrategias como la suspensión de una gran parte de las actividades cotidianas y laborales, así como la restricción en el desplazamiento de personas. Si bien estos cambios han producido una reducción de emisiones GEI en algunos sectores, las concentraciones de CO2 que se han ido acumulando en la atmósfera a través de los años siguen sin disminuir7. Las medidas para evitar la propagación del virus —aun cuando gracias a ellas podamos observar  animales salvajes en las ciudades—, no  solucionan el problema ambiental por sí solas, ni sustituyen  las  acciones que deben tomarse para mitigar el cambio climático.

La controversia entre el Covid-19 y la crisis climática es evidente, sobre todo porque el primero juega un papel importante en su manera de desarrollarse que ha desatado gran popularidad en los medios. Retomando lo explicado por Per Espen Stokes, resulta que para el caso de la crisis sanitaria, las defensas que impiden comprometerse a tomar acciones son contrarios a los de la crisis climática. Primero, no es un suceso aislado, es una problemática que ha llegado a nosotros de golpe y en donde las consecuencias son evidentes, lidiamos con su presencia “cerca de casa”, y podemos identificar fácilmente a las personas más vulnerables. Se ha convertido en un problema visible, del que podemos hablar en términos de números, personas, contagios, enfermos y muertes. Somos conscientes de su origen y de cómo disminuir el contagio; pero aún no se ha encontrado cura y nos sentimos indefensos y amenazados ante sus efectos, los cuales aumentaron rápidamente alrededor del mundo.

La crisis climática, en cambio, se ve afectada por muchas más variables y por lo tanto es más difícil que se le pueda atribuir directamente a un problema. La población debe involucrarse en actividades donde se dé a conocer la importancia de este fenómeno y que este no sea visto únicamente como sinónimo de catástrofe y destrucción, sino a través de un discurso de oportunidades con el propósito de reinventar el papel del clima, de manera que pueda comprometer a la sociedad. Hay evidencia de que con un cambio en nuestra vida cotidiana es posible reducir las emisiones a gran escala, pero será necesaria una reducción aún mayor para poder tener resultados  significativos.  La mayor incertidumbre en cuanto a la crisis ambiental es qué vamos a hacer y cuándo. Es  una necesidad crucial  involucrar a la sociedad para idear una solución, salir de la negación para cambiar  patrones y  nuestro entorno, ya que el hecho de no poder ver un problema no significa que no exista.


Bibliografía

Magnus,O. (1539) Carta Marina. Mapa.

Stoknes (2017, Septiembre), Per Espen Stokes: How to transform apocalypse fatigue into action on global warming [Video] Recuperado de https://n9.cl/q23i

CC:Learn, UN. (s.f). Las Ciudades y el cambio Climático. Obtenido de One UN Climate Change Learning Partnership Aprenda, Piense y Actúe por el Clima. Recuperado de https://bit.ly/2ArtClD 

INECC y Semarnat. (2015). Primer Informe Bienal de Actualización ante la Convención Marco de las Naciones Unidas. Recuperado de https://bit.ly/2XI2wyV

Jones, C. (1970). An Introduction to the Study of Public Policy. Belmont: Wadsworh Publishers

Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (2015). Compromisos de mitigación y adaptación ante el cambio climático para el periodo 2020-2030. Recuperado de:  https://bit.ly/2zKZHVK 

National Oceanic and Atmospheric Administration, NOAA (2020). Carbon Cycle Greenhouse Gases: Trends in Atmospheric Carbon Dioxide. Recuperado de:  https://bit.ly/3gBRLqv 



 

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