Éxodo climático bajo las gafas violetas

"Las sequías han afectado las cosechas centroamericanas, cuestión que merma la capacidad económica de los hogares y la tensión generada por la reducción en el ingreso es un factor de riesgo para el surgimiento de violencia intrafamiliar contra la mujer". OXFAM Internacional. (2016). Las mujeres y la tierra …y la voluntad para cambiar. Recuperado de: https://url2.cl/7pN2K


POR XIMENA MEJÍA GUTIÉRREZ


El actual contexto de emergencia climática tiende a ser abordado como una amenaza potencial a la integridad y bienestar humano; sin embargo, no es habitual que se le comprenda como un problema que ya ha comenzado a poner en peligro millones de vidas humanas. Tan es así, que el discurso gubernamental no ha abordado el éxodo centroamericano como una consecuencia de dicha problemática, ni ha centrado su atención en los individuos más vulnerables; es decir, las mujeres y niñas de países empobrecidos. Por tanto, en el presente estudio analizaré dicho fenómeno migratorio, como resultado de la degradación medioambiental y la acaparación de recursos naturales. Además, bajo la perspectiva de género, examinaré el impacto diferenciado que tienen las migraciones climáticas sobre las mujeres y niñas en situación de vulnerabilidad socioeconómica.  


Para comenzar, es necesario comprender cuáles son los efectos e implicaciones de la la crisis climática en el contexto de este artículo. De acuerdo con un informe publicado en 2018 por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), las actividades industriales han propiciado un aumento de la temperatura global de aproximadamente 1.0° C, en comparación con los niveles preindustriales, que oscilaban entre los 0.8°C y los 1.2°C. Las estimaciones sugieren que el calentamiento global llegará a 1.5°C entre los años 2030 y 2050 si se continúa con el ritmo actual de emisiones de gases de efecto invernadero.  


En el año 2019, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) publicó una noticia donde se informaba a la población sobre el hecho de que en julio de este año se habían registrado temperaturas similares a las de julio de 2016; es decir, el mes más cálido del que se tuvieron datos hasta ese momento (OMM, 2019). Dicho aumento de la temperatura implica el incremento y prolongación de fenómenos meteorológicos extremos; por ejemplo, el aumento del nivel del mar ante el derretimiento de los mantos de hielo y glaciares; la acidificación del agua de los océanos; el surgimiento de marejadas ciclónicas; cambios en las precipitaciones, los cuales conllevan sequías, inundaciones, olas de calor, escasez de agua y la propagación de enfermedades por vectores (IPCC, 2018). 


Si bien el incremento de la temperatura mundial también es resultado de causas naturales  como aquellas que obedecen a ciclos de la Tierra cual cuerpo que es parte del sistema solar—, también es cierto que la crisis climática responde a el llamado “cambio climático antropogénico”. Éste es el resultado de la alteración de diversos climas terrestres ante el sobrecalentamiento. Dicho fenómeno es causado por la acumulación de ciertos gases que se emiten al quemar combustibles fósiles como lo son el gas, el petróleo y el carbón. El dióxido de carbono, uno de los gases más nocivos para el planeta, propicia que las partículas de la capa de ozono se desintegren, dejando expuesta a la Tierra a los rayos solares (ACNUR, 2016) (Rahmstorf, 2008). 


Es relevante destacar que, la quema de combustibles fósiles responde a las dinámicas de industrialización y actividades de generación de energía eléctrica que permiten mantener el modelo de producción actual. Desde una perspectiva teórica, el corolario lógico de dicho modelo asume que el consumo continuo será benéfico para la sociedad, debido a que impulsa el crecimiento económico. Así, a medida que se expande el sistema económico de una nación, la sociedad generará progresivamente gran riqueza económica. Esto bajo el supuesto de que la sociedad tendrá mayor bienestar al tener mayor riqueza, independientemente de cómo se asignen estos recursos (Park, 2015). Por lo tanto, el hecho de que los recursos disponibles tienen un carácter finito, no se concibe como un problema, por lo que es necesario hacer un uso exhaustivo de estos. Esta concepción predispone a sostener la creencia de que las economías capitalistas, en teoría, nunca tendrán que reducir o desacelerar sus niveles de producción.


En la práctica, las implicaciones de esta concepción pueden observarse en el hecho de que la mayor cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero son emitidas por aquellas empresas encargadas de suministrar combustible para mantener dicho sistema. A su vez, la industria agroalimentaria ha contribuido a la degradación medioambiental al buscar cubrir la gran demanda de alimentos. Una gran cantidad de estas empresas utilizan fertilizantes para elevar los niveles de producción de recursos alimenticios, a pesar de que aproximadamente un tercio de los alimentos producidos para consumo humano se pierde o desperdicia (Felipe, 2019). Estos fertilizantes presentan entre sus componentes óxido de nitrógeno, el cual es incluso más dañino que el dióxido de carbono debido a  que su uso excesivo provoca que los campos de cultivo se transformen en zonas yermas y desérticas (ACNUR, 2016). 


A pesar de que la problemática del cambio climático antropogénico ha sido abordada como una cuestión con implicaciones negativas a largo plazo, ya se están presentando las consecuencias que afectan directamente el bienestar humano. Uno de sus múltiples efectos es la movilidad humana, situación que ha dado origen al término “migraciones climáticas”. Esta noción comprende todos aquellos desplazamientos que son causados, de manera directa o indirecta, por el cambio climático. Se trata de un fenómeno heterogéneo y complejo que abarca diversas realidades; por ejemplo, puede tratarse del desplazamiento de comunidades que se ven obligadas a dejar sus hogares y cultivos ante una fuerte sequía, o la migración de los habitantes de Estados insulares que ven amenazada su vida ante el avance del nivel del mar en sus territorios. En términos generales, esta noción  se utiliza para referir cuatro tipos de movimientos migratorios: 1) movimientos de personas desplazadas por desastres climáticos, las cuales se ven obligadas a trasladarse de manera temporal; 2) personas obligadas a migrar de forma permanente, como consecuencia de eventos recurrentes; 3) grupos de personas que se ven forzadas a migrar debido al aumento de la degradación medioambiental, y 4) el movimiento de aquellos que “eligen” trasladarse, a manera de estrategia de adaptación, ante las presiones medioambientales (Ayales et al., 2019). 


Aunque no existen datos exactos sobre la cantidad de personas desplazadas por el impacto del cambio climático, aquellas fuentes que indican la cantidad de desplazamientos internos relacionados con desastres naturales permiten estimar su magnitud; por ejemplo, en el año 2016 se registraron 24.2 millones de desplazamientos relacionados con desastres naturales (IDCM, 2017). A pesar de que en el año 2018 se registró un decremento (18.8 millones), las cifras aún son alarmantes y representan una llamada de atención para monitorear este fenómeno (IDCM, 2018). 


En el caso centroamericano, los desastres naturales y los fenómenos climáticos extremos han adquirido un peso relevante en los desplazamientos poblacionales de dicha región. En el año 2009, ante un gran déficit hídrico provocado por el fenómeno climatológico “El Niño”, comenzó a utilizarse el término “Corredor Seco Centroamericano”. Éste describiría aquellas áreas donde se observaban sequías reiteradas y constantes pérdidas de cosechas desde el este de Guatemala, norte de Nicaragua y hasta el centro-sur de Honduras (FAO, 2017). Honduras y Guatemala son los estados más afectados por desastres naturales en esta región y, junto con El Salvador, sufren de inseguridad alimentaria crónica debido a los fenómenos climáticos extremos, la falta de acceso a tierras fértiles y por la estrategia de monocultivo. Uno de los casos más representativos de esta situación fueron las sequías que golpearon a la región entre 2015 y 2016, las cuales provocaron la pérdida del 80% de las cosechas de frijol en Honduras así como el 60% en las áreas en donde se cultiva maíz. Según estimaciones publicadas en 2016 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), 3.5 millones de personas requerían asistencia humanitaria ante dicha situación. 


No es de extrañarse que entre los años 2018 y 2019 se suscitaron una serie de éxodos provenientes de Honduras, El Salvador y Guatemala, los cuales fueron denominados “Caravanas migrantes”. Grandes grupos de personas provenientes de estos estados se organizaron para cruzar, de manera conjunta, las fronteras de México y Estados Unidos, con la finalidad de encontrar mejores oportunidades de vida. A pesar de que factores como la pobreza extrema y la violencia son las causas más citadas en medios de comunicación, para explicar el surgimiento de dichos movimientos migratorios, lo cierto es que el cambio climático también es una variable determinante. 


De acuerdo a un estudio del Colegio de la Frontera Norte (2019), aproximadamente 10.000 personas integraron la caravana que logró llegar al norte de México en diciembre de 2018. De este total, 23% de los hombres que la conformaban se dedicaban en su país de origen a actividades agrícolas y ganaderas, mientras que solo el 2.5% de las mujeres también ejercían actividades similares. No obstante, el 19.6% indicó ser ama de casa, por lo que en este grupo podremos encontrar mujeres cuyo hogar ha sido afectado por las constantes sequías que azotan al llamado “Cinturón seco”. Aunado a esto, el 82% de las personas integrantes de la caravana proviene de Honduras, país en donde el 65.7% de la población vive en condiciones de pobreza. 


El cambio climático antropogénico está contribuyendo a acentuar la vulnerabilidad socioeconómica del sector más desprotegido y, a su vez, las niñas y mujeres son quienes padecen más estos desplazamientos. Es necesario recordar el concepto “división sexual del trabajo”, el cual hace alusión a la distribución de las tareas y empleos que socialmente deben desempeñar las personas de acuerdo a su género asignado. En aquellas sociedades en las que hay personas que son fuertemente discriminadas por motivos clase, etnicidad o casta, ser hombre o mujer es una variable determinante a la hora de establecer los niveles de riesgo a los que se enfrentan. 


Las niñas y mujeres de comunidades rurales suelen ser las principales responsables de recolectar agua y, en épocas de sequía, se ven obligadas a recorrer distancias largas para obtener este recurso y comida. Estos trabajos suelen estar invisibilizados y no remunerados y también pueden significar un riesgo para el acceso a la educación, ya que al tener que correr largas distancias, las niñas suelen verse forzadas a abandonar su educación para asumir funciones de cuidado en el hogar (Tranter, 2008). Por otra parte, los derechos sobre la propiedad del agua se asocian comúnmente a la titularidad de la tierra, la cual en muchos países suele ser posesión de los hombres. En El Salvador, sólo el 15% de las mujeres tiene posesión legal de tierras fértiles y adecuadas para la agricultura, cuestión que propicia que tengan menos capacidad de decisión para elegir las estrategias de cultivo (Felipe, 2019). 


También, se ha demostrado que en comunidades hondureñaspor ejemplo, en Cholutecalas mujeres que no poseen la propiedad sobre la tierra deben aportar el 50% de la producción a su arrendador; sin embargo, las sequías han afectado cada vez más las cosechas y su capacidad económica se ve totalmente mermada. Así, la tensión generada por la reducción en el ingreso es un factor de riesgo para el surgimiento de violencia intrafamiliar contra la mujer (Ayales et al., 2019). 


En cuanto a los impactos en la salud de las mujeres causados por  el cambio climático, la escasez del agua puede ser un factor que afecte las condiciones higiénicas de ésta, cuestión que puede aumentar el riesgo de contraer enfermedades diarreicas. Las mujeres embarazadas son especialmente susceptibles a las enfermedades asociadas con la mala higiene del agua y otros vectores, debido a su condición. Aquellas cuya  autonomía es restringida por patrones socioculturales, pueden ver limitado su acceso a la atención médica y, en estos contextos también incrementan las probabilidades de contraer infecciones como el paludismo, el cual es responsable de la cuarta parte de las muertes maternas (Patz, 2007). 


Como habrá podido observar el lector, las condiciones socioculturales que tienden a subordinar a la mujer, en razón de su género, son factores determinantes para su bienestar e integridad física. Si se añade la variable del cambio climático antropogénico, los riesgos y desigualdades a los que se ven expuestas tienden a acentuar su falta de autonomía y capacidad de decisión, ya que—como en el caso de la caravana migrante—se ven obligadas a acompañar a sus familias en la búsqueda de mejores condiciones de vida. Este tipo de movimientos pueden significar un riesgo muy alto, puesto que en el camino pueden ser víctimas de violación o, si se encuentran en estado de gestación, pueden ver su salud mermada ante los largos trayectos que deben recorrer.  


Sin duda, las niñas y mujeres sufren de forma diferenciada las consecuencias del cambio climático, como es el caso de la caravana migrante. No obstante, es común que a la hora de tomar decisiones relevantes sobre este fenómeno o, al distribuir beneficios para esta población, la perspectiva de género sea relegada a un segundo plano. Esto no sólo contribuye a perpetuar la vulnerabilidad de este grupo, sino que también puede propiciar su revictimización. Es crucial identificar las desigualdades sistémicas y estructurales de género, con la finalidad de proponer políticas climáticas incluyentes, que permitan minimizar el impacto diferenciado que tiene este tipo de fenómenos sobre las mujeres y niñas. Para lograrlo, es necesario continuar visibilizando desde los espacios académicos y desde el activismo, las estructuras de desigualdad que se gestan a la luz del actual status quo. 🌎


Referencias

  1. Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados [ACNUR]. (2016). ¿Cuáles son las causas del calentamiento global?. Recuperado el 15 de abril de 2010, de ACNUR website: https://url2.cl/pkjSh

  2. Ayales, I., Blomstrom, E.,  Solís, V., Pedraza, D., Pérez, P. (2019). Migraciones climáticas en el Corredor Seco Centroamericano: Integrando la visión de género. España: InspirAction.

  3.  Colegio de la Frontera Norte. (2019). La caravana de migrantes centroamericanos en Tijuana (2018-2019). México: CFN. 

  4. Felipe, B. (2019). Perspectiva de género en las migraciones climáticas. España: ECODES. 

  5. Grupo Intergubernamental de expertos sobre el cambio climático. (2019). Calentamiento global de 1,5°C. Ginebra: IPCC.

  6. Heede, R. (2017). The Carbon Majors Database. Reino Unido: CDP. 

  7. Heede, R. (2013). Tracing anthropogenic carbon dioxide and methane emissions to fossil fuel and cement producers, 1854–2010. Springerlink. 122:229–241

  8. Milma, O. (2018). La causa oculta tras la caravana de migrantes: el cambio climático. Recuperado de El Diario website: https://url2.cl/SsJah

  9. Organización Meteorológica Mundial [OMM]. (2019). La OMM confirma la tercera y cuarta temperaturas más elevadas que se hayan registrado en la Tierra. Recuperado el 15 de abril de 2020, de OMM website: https://url2.cl/Qd7th

  10. Rahmstorf, S. (2000). Anthropogenic Climate Change: Revisiting the Facts. Pik Postdam, 64: 34-53. 

  11. Park, J. (2015). Climate Change and Capitalism. Consilience, 14: 189-206

  12. Observatorio de desplazamiento interno [IDMC]. (2017). Global Report on Internal Displacement. Ginebra: Centro de Monitoreo de los Desplazamientos Internos. 

  13. Observatorio de desplazamiento interno [IDMC]. (2018). Global Report on Internal Displacement. Ginebra: Centro de Monitoreo de los Desplazamientos Internos

  14.  Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura [FAO]. (2017). Cronología del Corredor Seco: El acelerador de la resiliencia en Centroamérica. Recuperado el 15 de abril de 2020, de FAO website: https://url2.cl/1gWwy

  15. Patz, J. A., Gibbs, H. K., Foley, J. A., Rogers, J. V. y Smith, K. R. (2007). Climate Change and Global Health: Quantifying a Growing Ethical Crisis. EcoHealth, 4(4), 397-405.

  16. Tranter, K. (2008). Mujeres y cambio climático. Recuperado el 15 de abril de 2020, de Sin permiso website: https://url2.cl/NfhQM

  17. Urquilla, K. (2018). INFOGRAFÍA: ¿A qué se dedicaban los migrantes de la caravana en sus países de origen?. Recuperado el 15 de abril de 2020, de El Salvador website: https://url2.cl/BF1H9




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