La prisión del determinismo científico
Por Daria G.
El determinismo, también llamado causalidad, es una forma de pensar, casi un estilo de vida. Para no hacer las cuentas largas, digamos que es el acto de suponer que el futuro está moldeado por el presente y el presente por el pasado. Suena lógico si se compara con nuestras vivencias: uno estima que se que quemará la piel si se expone al sol por mucho tiempo; se dice que el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho, y a veces se escuchan frases como: por algo son las cosas. Así es como el determinismo está en nuestra jerga, en nuestros consuelos, en nuestras decisiones.
Los horóscopos y la numerología también juegan con él, aseverando encontrar una predicción sobre toda nuestra existencia. Con sorna los intelectuales tardomodernos se refieren a estas dos prácticas como ilusiones, sueños infantiles de hombres pobres, inocentes e ignorantes, y quizá tengan razón. Habrá quien se pregunte: ¿quién en su sano juicio creería que el humano tiene la capacidad de predecir el futuro?
Pero hay que recordar que durante mucho tiempo, nuestra ciencia inmaculada también se sometió al yugo determinista: los esfuerzos por una Teoría Final, querer deducir los comportamientos sociales desde la biología o suponer que el objetivo supremo de los físicos es “llegar a leyes elementales y universales” (Einstein A., 1918) fueron resultado de que la ciencia se creyó capaz de explicarlo todo. En otras palabras, pecó de arrogancia.
De ahí que Laplace afirmara en su obra Sistema del Mundo, que si alguna inteligencia superior —acaso nosotros mismos— conociera todas las fuerzas de la naturaleza en un momento dado y pudiese someterlas a un análisis, podría crear y después usar una sola fórmula para conocer la historia del universo, tanto pasado como futuro, cual si fuese Dios. Dicha idea quedó adherida al imaginario colectivo en forma de endiosamiento de la ciencia, por lo que no en vano surgió el término cientificismo.
En los años veinte, cuando la física cuántica se robó la escena mundial de la ciencia, hubo mucho desconcierto, pues ese monstruo horroroso que aseguraba ser una rama de estudio, se basaba en leyes no deterministas, leyes propias de la probabilidad. De forma mortal para el magnánimo Laplace y para el ego cientificista, la mecánica cuántica estableció por principio que no se puede conocer la velocidad y la posición de una partícula al mismo tiempo —parte del principio de Incertidumbre de Heisenberg — y al no poder deducir más con base al mundo de lo pequeño, el universo se convirtió en una jungla indescifrable.
Fue la primera vez que se hizo evidente el impedimento que se tiene para conocer las condiciones iniciales de un sistema, pero no la primera en que la probabilidad triunfó en el mundo científico.
Un caso antecedente, es la teoría cinética de los gases, la cual intenta analizar los mecanismos no visibles de los gases para explicar sus propiedades en lo macroscópico. Sus padres Maxwell y Boltzman dedujeron que los gases se componían de átomos, pero en vez de considerar sus interacciones, o pensar en ellos de forma individual, calcularon promedios basándose en que las partículas que componen un gas distribuyen la energía uniformemente. Esto quiere decir que el problema se trató de forma estadística y que ellos supusieron que para conocer las propiedades macro no importaba si estaban determinadas por las interacciones de los átomos. Sin querer, Maxwell y Boltzman aportaron algo más que una teoría: realizaron una de las primeras deducciones que pasaba por alto al determinismo.
El principal elemento detractor de la causalidad es el comportamiento azaroso del universo, el cual no necesariamente lo hace incomprensible. El problema con el determinismo, es que afirma que las leyes fundamentales —que no se terminan de conocer— afectan cualquier cosa existente. Por lo tanto, para la causalidad, el hecho de que el humano sea impredecible también es un problema. Uno puede suponer que si sale de su casa a las 6:50 A.M., llegará en media hora a su escuela o trabajo; pero no puede saber si algún conductor en el camino decide cambiar de carril sin fijarse y chocarnos, ¿o será que estamos predispuestos a chocar porque así lo escriben las leyes del universo?
Ya no es convincente el determinismo porque se ha comprobado que el universo tiene un carácter azaroso y caótico, incluídos nosotros, los humanos. Podría parecer decepcionante que estemos lejos de saberlo todo, pero hay que redefinir el trabajo de la ciencia. Se tuvo y se tiene todavía, la idea errónea de que su misión es encontrar el mecanismo final que hace que todo funcione, pero quizá se trate solamente de explicarlo.
Finalmente, poder conocerlo todo con ayuda de la ciencia —o del misticismo— no es tan maravilloso, ¿dónde quedaría nuestro libre albedrío? ¿no sería la muerte de la ciencia, por el contrario, el momento en que no quedara nada por descubrir?
Disfrutemos que no todo sea predecible, como el clima y los chistes de nuestros congéneres. Zaratustra, el protagonista de la obra poética de Nietzsche, ya decía en Antes de la salida del sol:
"Sin embargo, en todo lo que existe hay algo de razón, como un granito de saber esparcido entre estrella y estrella, como partículas de levadura que se mezclan con la masa; (...) pero yo he reconocido que la voluntad de todas las cosas está en el saber bailar con los pies del azar ¡Oh cielo que te extiendes por encima de mí tan puro y elevado! Ahora entiendo que tu pureza se basa en el hecho de que no existe ninguna araña eterna y ninguna telaraña eterna de la razón, y también sé que tú eres para mí como un espacio dispuesto para el baile en el que se expresan los azares divinos, y una mesa de juego en la que los dioses echan los dados." (Nietzsche, 2018, p. 110).
Referencias
- Einstein A. (1918). Principles of Research. Speech. Recuperado de:https://www.site.uottawa.ca/~yymao/misc/Einstein_PlanckBirthday.html
- Nietzsche, F. (2018). Así habló Zaratustra. CDMX, México:Grupo Editorial Tomo.
Material recomendado
- Fernández-Rañada, A. (1995) Los muchos rostros de la ciencia.Madrid, España:Ediciones Nobel.
- Popper K., Bartley III W. (2011) El universo abierto: un argumento en favor del indeterminismo. Post Scriptum a la lógica de la investigación científica. Vol. II .Madrid, España:Editorial TECNOS.
- Schifter, I. (2011) La ciencia del caos. La ciencia para todos. CDMX, México :Fondo de Cultura Económica.
Sobre este artículo: G., Daria. (2020) "La prisión del determinismo científico". +Ciencia. Número 1. pp. 9-11.
Versión en PDF de la revista completa aquí.
+Ciencia es una revista gratuita de divulgación de la Asociación de Mujeres en la Ciencia: Alejandra Jáidar.
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